Retrato de Simón Ruiz

Círculo de Juan Pantoja de la Cruz
Hacia 1595
Óleo sobre lienzo / 207 x 128 cm
Fundación Simón Ruiz (obra depositada en la Fundación Museo de las Ferias)

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Simón Ruiz Envito nace en Belorado (Burgos) en 1525 y a mediados del siglo llega a Medina del Campo, donde se establece como mercader comerciando al por mayor con géneros de importación, lo que le permitirá entrar en contacto con los grandes centros económicos de Europa. Sus primeros negocios se basan en el comercio de lienzos de Nantes y mercancías de Bretaña y Aragón en las ferias más importantes de Castilla. Los grandes éxitos que le acompañan desde los comienzos de su actividad le convierten en un hombre de considerable fortuna, circunstancia que le permite iniciar una segunda etapa en su trayectoria profesional orientada al comercio del dinero; es decir, el mercader, sin dejar de ser tal, ejerce también de hombre de finanzas interesado en el cambio de diferentes monedas y otras actividades de carácter dinerario relacionadas con préstamos adelantados a la Corona.

Su retrato y el de su segunda esposa figuran entre las principales obras artísticas que componen su legado artístico. Citado en el inventario efectuado tras su fallecimiento, en 1597, como instalados en su morada, fueron después trasladados a los muros testeros del crucero de la iglesia del hospital que fundón en Medina del Campo. Ambos han sido atribuidos a algún artista muy cercano a la obra de Juan Pantoja de la Cruz (Hernández Redondo ha sugerido el nombre de Bartolomé González, pintor vallisoletano seguidor del maestro) ya que muestran todas las peculiaridades del modelo denominado “retrato cortesano” que, iniciado décadas antes por Antonio Moro y Sánchez Coello, encontrará en Pantoja de la Cruz uno de sus máximos exponentes entre los finales del XVI y principios del XVII. En efecto, son numerosos los retratos de importantes personajes pertenecientes a la Corte o a la alta nobleza que, queriendo emular la imagen de los monarcas, encargan representaciones en las que se siguen puntualmente los esquemas compositivos de la retratística oficial: imagen de cuerpo entero, actitud severa y distante, fondos oscuros y pocas concesiones a los detalles ornamentales espaciales.

Todo ello se cumple en el retrato de nuestro personaje, por cierto, el único que conocemos de un gran hombre de negocios del reinado de Felipe II. Aparece sobrio, solemne y con mirada penetrante; descubierto, vestido según la moda de las últimas décadas del siglo XVI, esto es, rigurosamente de negro excepto la gorguera de lechuguilla y los puños de fino encaje (el de la mano derecha perdido); calzado con zapatos de punta redonda, lleva su mano diestra al cinto y con la izquierda posa un distinguido gorro de copa alta sobre un bufete cubierto con un tapete negro de tiras de pasamanería dorada sobre las aristas; bajo la capa corta se adivina la punta y parte de la empuñadura de una espada, atributo de su hidalguía.

El escenario se compone de un cortinaje anudado y una media vista panorámica exterior, cuyo formato y representación (al igual que la mesa) continúan en el lienzo en que se representa a su esposa Dª Mariana de Paz.

Antonio Sánchez del Barrio

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