Llanto sobre Cristo muerto

Anónimo de los Países Bajos
Segundo cuarto del siglo XVI
Óleo sobre tabla / 105 x 92 cm
Iglesia de Santiago el Real. Medina del Campo (obra depositada en el Museo de las Ferias)
Restauración: Gloria Solé Elvira (1998)


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Desconocemos cuándo y en qué circunstancias se incorpora esta excelente tabla a los bienes conservados en el antiguo templo de la Compañía de Jesús en Medina del Campo. Sin descartar una donación de sus principales protectores, Pedro Quadrado y Francisca Manjón (él fue un rico mercader que comerció activamente en los Países Bajos), o su llegada con motivo de las sucesivas refundiciones parroquiales (una vez convertido el templo en parroquial de Santiago); lo cierto es que su procedencia puede muy bien relacionarse con una época en la que Medina del Campo ocupaba un lugar singular en el comercio de obras de arte venidas de los Países Bajos y Flandes. La tabla representa la Lamentación sobre Cristo muerto, escena muy repetida en el arte cristiano y  no recogida en ningún relato evangélico. Se conocen muchas variantes de los personajes. Aquí, José de Arimatea y Nicodemo están situados a la izquierda del espectador, el primero -como es habitual- sostiene el cuerpo muerto de Jesús y el segundo muestra la corona de espinas; San Juan y María Salomé auxilian a la Virgen, mientras que María Magdalena, identificada por el tarro de esencias que lleva en sus manos, aparece en segundo plano junto a la cruz; las dos restantes Santas Mujeres aparecen, como el esto de las figuras, en actitud dolorosa cerrando el conjunto. Los fondos presentan paisajes y arquitecturas que son habituales en las composiciones flamencas, y que hacen referencia a la ciudad santa de Jerusalén; en este marco se distinguen tres escenas secundarias: a la izquierda un grupo de personas se dirige hacia la entrada de la ciudad, en el centro un hombre aparece colgado de un árbol (en alusión a Judas), siendo contemplado por dos jinetes y varios acompañantes, y a la derecha la escena que representa la preparación del santo sepulcro. Los ricos ropajes adamascados que lucen varios de los personajes representados recuerdan, además de la alta condición social aludida en las Escrituras, la indumentaria acostumbrada en las representaciones teatrales de cuño medieval que tanto influyeron en la difusión de escenas pasionales como la presente.

Entre los detalles particulares que pueden apuntarse para relacionar esta obra con otras afines de la misma cronología, cabe destacar el aspecto cadavérico del rostro de Cristo, la finura y delicadeza de los plegados de las tocas y del manto de San Juan, así como la forma minuciosa de componer las arquitecturas y los arbolados representados en los fondos; no obstante, a pesar de que dichas características ofrecen signos distintivos del anónimo maestro que realizó la obra, no nos permiten determinar su identificación.

Antonio Sánchez del Barrio


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