San Isidro labrador

Luis Salvador Carmona
Hacia 1752

Escultura en madera policromada / 1,27 m (sin peana)
Iglesia de Santa María del Castillo. Nueva Villa de las Torres (Valladolid)

 

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Luis Salvador Carmona (1708-1767) abordó el tema de San Isidro labrador en varias ocasiones. En todas mantuvo la iconografía tradicional del santo, que se fija y populariza a raíz de su beatificación (1619) y posterior subida a los altares (1622), y que, a pesar del cambio de moda en la vestimenta, se mantiene casi sin variación durante el siglo XVIII, fechas en las que sus imágenes siguen teniendo gran acogida, coincidiendo también con la expedición de la bula de canonización por el papa Benedicto XIII (1724) y, en el mismo año, la remodelación de su ermita madrileña por el marqués de Valero. Siguiendo la tradición, se le representa en pie, barbado y con el pelo largo, vestido con la indumentaria propia de los labriegos de la época, compuesta por sayo abotonado ajustado al cuerpo y plegado en la falda, mangas anchas desde los hombros hasta los codos y polainas holgadas recogidas en las rodillas, adornado el cuello con lechuguilla y portando en la derecha la habitual aguijada de metal con la que habría hecho brotar la fuente que dio de beber a su amo Iván de Vargas, mientras que en la izquierda sostiene la reja de un arado de mano. 

La escultura conservada en la localidad de Nueva Villa de las Torres fue asignada al artista en el año 2008 por la semejanza con otras obras suyas, como el San Isidro esculpido en piedra para decorar el Puente de Toledo de la capital cuando aún se encontraba en el taller de su maestro Juan Alonso Villabrille, o el tallado entre 1751 y 1752, esta vez en madera y acompañado de una talla de Santa María de la Cabeza y de un San Dámaso, para la recién creada Congregación de Seglares Naturales de Madrid, desaparecido en 1936 aunque conocido a través de testimonios gráficos. Pero, además, la gran calidad de la talla y la elegancia compositiva que muestra no sólo la señalan como un ejemplar magnífico y una de las esculturas más personales del maestro navarrés, sino que se trata de la mejor obra conservada de esta iconografía dentro de su extensa producción.

Alojada en su ubicación original en un pequeño retablo de la misma época, la escultura muestra una gran esbeltez potenciada por la delicadeza de su actitud, casi captado en un paso de baile, con los brazos despegados del cuerpo y la pierna izquierda adelantada y apoyada sobre un pequeño peñasco. Su cabeza está tallada con gran minuciosidad, marcándose de manera pormenorizada las arrugas de la frente y los ojos o cada mechón de la barba y del largo cabello, así como las venas de las manos, rasgos heredados por Carmona de su maestro Villabrille. 

La falta de noticias documentales sobre la escultura impide precisar el momento de su realización así como la razón de su presencia en este templo, aunque las afinidades con el ejemplar que hizo Carmona para la citada Congregación de Naturales llevan a situar el San Isidro de Nueva Villa en fechas próximas a aquélla. Quizás tampoco sería improbable que estuviese vinculada a dicha Congregación, siendo donada a la parroquia vallisoletana por algún miembro con lazos en la localidad, no pudiendo asimismo dejar de lado el hecho de la cercanía de este lugar con Nava del Rey, patria del escultor.

 Virginia Albarrán Martín
Universidad Complutense de Madrid