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A partir de los años finales del siglo XV, las ferias mercantiles de Medina son declaradas “Ferias Generales del Reyno”; es decir, se convierten también en ferias de pagos, dedicándose los últimos días de cada edición (en mayo y octubre desde su creación, y en febrero, junio y octubre desde la reforma de 1583) a los negocios financieros y dinerarios: créditos y préstamos, cambios de moneda, compensaciones, pagos de letras de cambio…, operaciones todas ellas que se realizan en relación directa con otras grandes ferias europeas como las de Amberes o Lyon. Este extraordinario desarrollo otorga a la villa un lugar de cabecera en el mundo de las finanzas internacionales.

Aparecen los hombres de negocios y los representantes de las grandes compañías comerciales de todo el continente, introduciéndose novedosas técnicas financieras aparecidas en las ciudades italianas en los últimos siglos medievales, lo que facilita los negocios a gran escala.

Los “bancos” u oficinas de los hombres de negocios disponían de una mesa de cambios con “jetones” o fichas contadoras, sin faltar otros instrumentos como las balanzas con “dinerales” para efectuar el peso de las diferentes monedas, juegos de ponderales anidados, etc. Las anotaciones directas de las transacciones se hacían en primer término en un libro “borrador” para, acabada la jornada, ser pasadas a limpio en el libro diario o “manual”; por último, la contabilidad de la compañía se registraba, por el “debe” y el “ha de haber”, en el libro mayor o de caja (de estos y otros libros de cuentas se exponen originales procedentes del extraordinario Archivo Simón Ruiz).

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