Primero el mercado de la lana y luego el comercio de paños, tapices, sedas, encajes y bordados hacen de Medina del Campo el centro castellano más importante de contratación textil. La importancia de su mercado lanero surge de su condición de punto natural de reunión de mercaderes itinerantes procedentes de la Meseta norte que comercian con la lana en bruto. Respecto al comercio de productos manufacturados, especialmente paños, sedas y lienzos, cabe apuntar que llegan a alcanzar durante un largo  período de tiempo la mayor parte de las transacciones feriales. La mitad de ellas se realizan con ciudades castellanas, casi un cuarto con el norte de Europa, Flandes, Francia e Inglaterra y, el cuarto restante, por este orden, con Toledo, Granada, Portugal, Aragón y el Nuevo Mundo.

Como muestra de lo dicho, se exponen en el Museo, entre otras piezas, un extraordinario tapiz con escenas bíblicas procedente de los talleres de Bruselas, compuesto en la segunda mitad del siglo XVI, un conjunto representativo de encajes de esta época de procedencia castellana, flamenca, italiana, etc.; dos piezas del extraordinario «terno rico» de la Colegiata de San Antolín con bordados en oro, sedas y terciopelo, o el Pendón Real de Castilla, elaborado en damasco carmesí, utilizado por la villa en las proclamaciones de nuevos reyes.

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