DOCUMENTOS HISTÓRICOS INÉDITOS 20 / OCTUBRE – DICIEMBRE 2017
Traslado de la receta del ‘aceite de Aparicio’
Medina del Campo, 12 enero 1572

Manuscrito sobre papel
Libro de Acuerdos del Concejo, años 1571-1579
Archivo Municipal de Medina del Campo. AMMC, H 584 -7342, ff. 39v-42v



El aceite de Aparicio era un producto terapéutico obtenido a partir de la destilación de plantas que, según el doctor Andrés Laguna (1499-1559) era admirable para soldar las heridas y guardarlas de la corrupción. El ‘invento’ de tan extraordinario bálsamo se atribuye a Aparicio de Zubia, nacido en Lequeitio, de ascendencia morisca y residente en Granada donde actuaba como curandero sin titulación médica, pero que -debido a la eficacia de su unción- reportó fama y dinero a su autor dando lugar a proverbios y expresiones tales como “el aceite de Aparicio no es santo pero obra milagros” o “más caro que el aceite de Aparicio”; e incluso quedó inmortalizado en El Quijote  cuando el famoso caballero andante es curado de las heridas que le causa un gato en el rostro y la nariz: Hicieron traer aceite de Aparicio, y la misma Altisidora con sus blanquísimas manos le puso unas vendas por todo lo herido […]  (Capítulo XLVI, parte 2ª).

Conocido también el aceite de Aparicio como oleum magistrale, santo aceite de los vizcaínos, bálsamo bendito o bálsamo de España, su fórmula se mantuvo en secreto durante mucho tiempo debido a que el propio Aparicio se negó a revelarla al no conseguir ningún premio ni compensación económica a pesar de las curas conseguidas y, solamente después de muerto su marido, la viuda Isabel Pérez de Peramato -a cambio de una renta vitalicia de sesenta ducados al año-,  declaró su composición el día 12 de marzo de 1567 en casa del doctor la Gasca ante el procurador en Cortes por Valladolid, doctor San Pedro, y el boticario de su Majestad, Diego de Burgos. La elaboración y uso de este aceite fue aprobado por el rey Felipe II quien dio orden a su médico de cámara, el doctor Fernando de Mena, para pregonar y trasladar este remedio a todo aquel boticario y cirujano titulado que lo solicitase entrando a formar parte de la farmacopea ordinaria y venderse mediante receta autorizada a un precio tasado de medio real la onza.

El documento que se presenta es un traslado fielmente sacado del que se dio en Madrid el 10 de junio de 1568 al cirujano Juan Clarés a petición del doctor Juan Gutiérrez. Este Juan Gutiérrez de Santander, nacido en Sigüenza, es un personaje importante en la Corte donde primero fue médico de Emperador y luego protomédico de Felipe II hasta el mismo año 1568 en que muere. Llegó a sus oídos el pregón del aceite de Aparicio en alguno de los lugares donde se hizo público en Madrid: en la plaza frente a la Audiencia, la puerta de Guadalajara, la plaza de San Salvador o la puerta del Sol; y se solicitó al que fuera su segundo en el cargo y ahora protomédico del Rey, el doctor Fernando de Mena, se le diera traslado de tan reputado medicamento. El Ayuntamiento de Medina del Campo, haciéndose eco de la importancia de tal remedio, quiso poner su formulación a disposición de los boticarios de esta villa y trasladó a su libro de acuerdos el documento que se dio en Madrid el 11 de junio de 1568.

El ingrediente principal de tan extraordinario como popular remedio era el hipérico, una planta que por su riqueza en taninos se utilizaba desde la Antigüedad para curar las heridas por su acción cicatrizante y era considerado como el antibiótico de la Edad Media. En la composición del aceite de Aparicio se utilizan 8 onzas que son ½  libra de esta planta. Otras hierbas son la valeriana y el cardo bendito o mariano (2 onzas de cada una de ellas). El resto de ingredientes son: aceite de oliva añejo (3 libras), vino blanco (½ azumbre),  2 libras de trementina de abeto (debido a su dificultad para encontrarla se podía utilizar de la común mezclada con cera), trigo limpio (dos puñados, unas 5 onzas) e incienso en polvo (½ libra).

Para su preparación se maceran las hierbas y se infunden en el vino durante todo un día. A continuación se echa todo en el aceite de oliva y se pone a cocer a fuego lento en un recipiente vidriado donde se va dando vueltas hasta que se consuma la humedad sin dejar que cueza ni se peguen las hierbas. Seguidamente se exprime y se cuela todo añadiendo a continuación la trementina de abeto, tapando y dejando cocer un cuarto de hora, al cabo del cual, se aparta del fuego dejando entibiar y añadiendo después el incienso en polvo que se remueve bien, volviendo a poner a la lumbre otro cuarto de hora. Transcurrido este tiempo se aparta del fuego y se tapa con un paño hasta que se enfríe para su posterior uso.

Como no podía ser de otra manera, el aceite de Aparicio figura en el primer inventario realizado en 1628 de la botica del Hospital de Simón Ruiz, considerada como la segunda mejor farmacia española de la Edad Moderna después de la del Monasterio de El Escorial. Con el tiempo la receta fue añadiendo componentes hasta un total de veintiuno incluyendo lombrices de tierra o un mineral como el bolo arménico, tal como figura en la formulación de la Palestra Pharmaceutica Chymico Galenica de 1706 del farmacéutico Félix Palacios y Bayá. El uso y la fama de este aceite hicieron que llegara a estar presente hasta la quinta edición de la Farmacopea Española del año 1865.

Fernando Ramos González y Álvaro Rodríguez Sarmentero

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BIBLIOGRAFÍA

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