Palia
Encaje frisado o anillado a la aguja

Escuela de Valladolid. Segunda mitad del siglo XVI

Hilos de plata, plata sobredorada y seda; tejido de lino, granates y aljófares / 16’5 x 16’5 cm
Convento de San José de MM. Carmelitas Descalzas. Medina del Campo

 

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En las ferias históricas de Medina del Campo, los encajes, bordados y otras piezas textiles manufacturadas ocupaban un importante lugar en las transacciones comerciales, llegando incluso a existir una acera llamada “de la Lencería” en la Plaza Mayor, en la que tenía lugar la compraventa de estos géneros. A pesar de que no han llegado hasta nosotros muchas de estas delicadas obras, debido sobre todo a la propia fragilidad de los materiales y su constante uso, sí pueden encontrarse aún ejemplares magníficos en templos y clausuras, bien sea por su probada o pretendida ligazón con algún personaje del santoral o por su suntuosidad, lo que ha propiciado su cuidado y conservación.

Entre los encajes castellanos “a la aguja” de los siglos XVI y XVII, destacan dos tipos con características propias: los “soles de Salamanca” y los “frisados de Valladolid”. Este último, “el género más refinado, más noble y señorial de todos los encajes hechos en España y fuera de España”, en palabras de Mª Ángeles González Mena (“El Frisado de Valladolid”, en Narria, Madrid, 1981, p.10), debe su denominación al Marqués de Valverde, quien lo nombra de este modo en su Catálogo de la Exposición de Lencería y Encajes Españoles del siglo XVI al XIX (Madrid, 1915). La razón de este nombre se basa, de una parte, en su relación con la textura de anillas metálicas de los brocados elaborados en metales preciosos y, de otra, al arraigo que tiene en los conventos de clausura femeninos (especialmente de carmelitas descalzas) de esta provincia, en los cuales se encuentran los más notables ejemplos de esta tipología.

La palia (tela reforzada de formato cuadrado que se usa para cubrir el cáliz en la misa) que se presenta ahora como “Pieza del Mes”, está ornamentada por un extraordinario encaje frisado o anillado de características compositivas semejantes a varios corporales que también se conservan en el convento carmelita de San José, uno de los cuales también fue objeto de nuestra atención hace algo más de uno año (Pieza del Mes, febrero 2011, estudio de Natividad Villoldo). El anillado está realizado en hilos de lino y metálicos de plata y sobredorados, y tiene como motivo central una cruz de brazos semicirculares rematados en parejas de granates, que está remarcada por una banda cuadrada de tiras de figuras triangulares -alternativamente de hilos de plata en su color y plata sobredorada- entre las cuales hay laminillas metálicas coronadas por puntas de aljófar. Más llamativa es quizá la siguiente banda de encaje formada por figuras de aves con ojos de granate, que aparecen por parejas afrentadas (una pareja en cada lado) mirando hacia un elemento central indeterminado (quizá un árbol o un arbusto). En cada ángulo aparece una serpiente también con ojos formados por granates aplicados. El remate exterior está formado por una tira de figuras triangulares unidas por hilos de seda verde que la dan más consistencia. La tela de fondo es una finísima seda de color rosado y la cara posterior de la palia presenta como guarnición otro encaje, también de muy cuidada elaboración, en este caso de hilo de lino blanco cuyas características dejamos para otra ocasión.

Antonio Sánchez del Barrio