Santa Ana con la Virgen y el Niño

Esteban de Rueda
Primer cuarto del siglo XVII

Madera de pino policromada
98 x 74 x 52 cm (Santa Ana) y 95 x 70 x 86 cm (Virgen con Niño)
Iglesia parroquial de Santa María. Villavellid (Valladolid)

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Se trata de uno de los conjuntos escultóricos más interesantes que se conservan en la provincia de Valladolid y obra singularísima dentro de la escultura española del primer cuarto del siglo XVII, no solo por su calidad técnica sino especialmente por la originalidad en la agrupación de las figuras, la familia­ridad de las expresiones y la rareza de este tipo de composiciones. El juego, la ternura, el presentimien­to, fueron sabiamente captados por el artista que supo trascender lo anecdótico para convertirlo en la insinuación de un acto de entrega y acogimiento. La ausencia del abuelo San Joaquín o del propio San José convierten en algo más intimista la escenificación, al incidir en la genealogía femenina de Cristo. La mueca entre alegre y triste del Niño alude, sin duda, a su dramático destino al igual que el ensimisma­miento del rostro de la Virgen anuncia la futura tragedia.

La fantástica y rica policromía que envuelve las figuras hace todavía más humana la historia convir­tiéndola en algo coetáneo a su ejecución el tocado de la abuela, el manteo de ambas mujeres y los asien­tos sobre los que descansan las figuras.

En un principio el grupo escultórico fue atribuido a Juan de Juni, por la evidente dependencia que el rostro de Santa Ana tiene respecto a algunas cabezas originales de Juni, trabajadas como si se tratasen de obras en barro; posteriormente el conjunto se adscribió al escultor medinense Melchor de la Peña por la relación que presenta con el gran altorrelieve del retablo que, procedente del convento del Carmen Calzado de Medina del Campo, hoy se guarda en el Santuario Nacional de Valladolid y que estuvo atri­buido a este artista antes de documentarse como original de Esteban de Rueda; finalmente en 1976 se consideró acertadamente como obra de la escuela escultórica que, a principios del siglo XVII, trabajaba en la ciudad de Toro (Zamora), inclinándome hoy a atribuirla al propio Esteban de Rueda, y estimar que se haría en fecha posterior a la desaparición de Sebastián Ducete (1619), pese a que la producción de este último presenta una huella juniana más evidente que la de Rueda.

El modelo de la Virgen recuerda mucho la Virgen del Belén de la Catedral de Zamora y la cabe/a de Santa Ana está muy emparentada con la que presenta la misma Santa conservada en la parroquia de Casasola de Arión (Valladolid), aunque ésta sea obra de inferior calidad.

Se sabe que en 1634 el pintor Sebastián de Matallana recibía dinero a cuenta del dorado de la escul­tura de Santa Ana, aunque no se indica si se trataba de pagos atrasados de una cantidad mayor, por un trabajo hecho años atrás, o por el contrario era una deuda contraída por un encargo reciente. De ser esto último se trataría de algún arreglo ya que no es probable que la escultura permaneciera sin poli­cromar muchos años, máxime cuando sus estofados coinciden con modelos reiterados por artistas zamoranos desde finales del siglo XVI.

Jesús Urrea
Director del Museo de la Universidad de Valladolid