Santiago en la batalla de Clavijo

Anónimo

Segundo cuarto del siglo XVII
Óleo sobre lienzo / 165,7 x 108,3 cm (195 x 136 cm con marco)
Fundación Simón Ruiz. Obra depositada en el Museo de las Ferias

Obra restaurada por Francisco Boldo Pascua con la financiación de la
Asociación “Mujeres en Igualdad” de Medina del Campo

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La narración en la Primera Crónica General de la milagrosa intervención de apóstol Santiago en apoyo de las tropas cristianas en la batalla de Clavijo, supuso la validación histórica por Alfonso el Sabio de unos hechos descritos por vez primera en el Cronicón del arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, cuya razón estaba en dar soporte a la supuesta creación por el rey Ramiro del Voto de Santiago en favor de la catedral compostelana. Refiere así la Primera Crónica como, tras la muerte de Alfonso el Casto, Ramiro I se opuso a pagar el tributo de la Cien Doncellas, lo que determinó una fuerte respuesta militar de Abderramán II, obligando a las tropas cristianas a replegarse hasta un otero que llamaban Clavijo, donde se apareció el apóstol en sueños al rey, diciéndole: “.. esfuerça en tu coraçon, et sey bien firme et fuerte en tus fechos, ca yo so Yague (….) et sepas por uerdad que tu uencerás cras –sic- en la mañana con la ayuda de Dios a todos estos moros”.

Los hechos bélicos y la consiguiente victoria, narrados en los textos medievales de forma escueta, son descritos con no mucho mayor detalle en autores como Francisco Caro de Torres, quien en la  Historia del Órdenes Militares refiere en 1629 como don Ramiro “hizo lo que le mandó (el apóstol), y al romper la batalla, diciendo, Santiago, le vieron ir delante en la forma que había dicho, ayudando fuertemente, y murieron los moros más de sesentamil, y de los christianos muy pocos; y assi con su ayuda vencio la batalla”.

La falsedad de los hechos, con réplica en la no menos legendaria aparición de San Millán en la batalla de Hacina, sería sólo  probada en los años finales del siglo XVII y bien entrado el s. XVIII por  Gaspar Ibáñez de Segovia, Nicolás Antonio o el duque de los Arcos. Se desarrolló así desde la Baja Edad Media, y en particular ya al filo del 1500, una iconografía nueva, específica de lo hispánico, que tuvo buen arraigo hasta finales del siglo XVII, en torno sobre todo al Camino de Santiago y en las fundaciones de la orden de caballería, en sus dos ramas, así como en las capillas privadas de caballeros santiaguistas.

El lienzo de “Santiago en Clavijo” de la Fundación Simón Ruiz, hoy depositado en el Museo de las Ferias, forma parte de una serie facticia con otras pinturas de una misma enmarcación y dispar estilo. Describe el momento de la rutilante aparición del santo patrono de España en la mítica batalla ramirense, arrollando con su caballo blanco, como quiere la tradición, a los soldados de Abderramán. Toda la fuerza propia de la acción se concentra en la figura del apóstol, quien gira su cuerpo blandiendo la espada en el aire, y en el movimiento acaracolado de la capa blanca en que derivan sus ropas de peregrino. El caballo, de buena estampa y correctas proporciones, no acompaña en mucho a la acción, en su estática corveta. Bajo sus cascos quedan tres soldados musulmanes vencidos: uno herido, empuñando aún su alfanje, ya partido; un timbalero muerto, con las baquetas en la mano, que hunde su cabeza tras el timbal, y un tercero que levanta el rostro con asombro ante la irrupción milagrosa Santiago.

Es pintura a estimar en principio como de escuela vallisoletana, sin que pueda concretarse su autoría. El sentido plástico de las interesantes figuras de los soldados permite entenderla como obra postcarduchesca, lo que apuntaría a su datación entre la segunda y la quinta década del seiscientos, no más allá de mediados los cuarenta, sin que la factura general lo desmienta. Resulta sin embargo llamativa su proximidad con la espléndida versión del tema pintada en 1666 por Juan Carreño de Miranda (Szépmûvészeti Múzeum de Budapest) por cuanto toca a la interpretación de la propia figura del santo, tanto en la acción como por la agitación de sus cabellos y el flamear del manto. Es difícil sostener en todo caso que su anónimo autor se inspirara en el lienzo del asturiano, por lo que cabe considerar la existencia de un fuente común, interpretada con distinto criterio y muy otra maestría, si bien se suele referir que Carreño pudo inspirarse en el enérgico “San Jorge y el dragón” de Rubens (Museo del Prado). La semejanza no menos problemática de la figura del soldado caído a la derecha con el que aparece en postura análoga en la estampa de Pedro de Villafranca  (1657) ha de juzgarse menos significativa.

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Fernando Collar de Cáceres
Universidad Autónoma de Madrid


BIBLIOGRAFÍA

RADES Y ANDRADA, Frey Francisco de, Chronica de las tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara : en la cual se trata de su origen y sucesso, y notables hechos en armas de los Maestres y Caualleros de ellas.. Toledo, Casa de Juan de Ayala, 1572.

CARO DE TORRES, Francisco, Historia de las ordenes militares de Santiago, Calatraua y Alcantara: desde su fudación hasta el Rey Don Filipe Segundo administrador perpetuo dellas.  Madrid, Juan González, 1629.

RUIZ DE VERGARA, Francisco, Regla y establecimiento de la real orden caballeria del gloriosso apóstol santiago patrón de las Spañas, con la historia del origen y el principio della. Madrid, Casa de Domingo García Morrás, 1655.

TAPIA Y SALCEDO, Gregorio de, Memorial de la antigüedad de la sagrada orden de Santiago, reina de zale sobre las demás de España. Madrid, Alonso de Paredes, 1650.